Por Cristhian Tindel | @tindelcristhian
El legado de cualquier piloto de Fórmula 1 debe ser respetado, sin importar que tan grande sea, ya que estos hombres son los embajadores del sueño de muchos de nosotros de manejar un auto de carreras, así como por ejemplo lo hizo Roland Ratzenberger, con quien la historia ha sido hasta injusta en un punto.
Hay una raza de pilotos en la Fórmula 1 que son los luchadores. Esos que dejaron todo por poder correr al menos una carrera en la Máxima. No importa a qué edad lo logren, lo importante es hacer realidad el sueño de su vida.
Uno de ellos fue Roland Ratzenberger, quien recién empezó a competir con 17 años y a los 33 llegó al gran circo. Pero mientras vivió los días felices de su vida con el auto del humilde equipo Simtek, el destino le tenía preparado un lugar casi protagónico en uno de los fines de semana más nefastos de la máxima.
Con pasado en la F3 Británica, grandes actuaciones en la Super Fórmula Japonesa y un quinto puesto en Le Mans, el austriaco llegaba a la máxima gracias al equipo Simtek, un humilde equipo que aspiraba a meterse en los grandes premios en las pre calificaciones de aquella época. El estreno en Interlagos no fue para muchas alegrías, ya que Ratzenberger no logró clasificarse para la parrilla. Sin embargo, en un familiar Circuito de Aida-Okayama, el austriaco se coloca último en parrilla pero acaba en un brillante 11º lugar, dadas las circunstancias. Después llegaría el más oscuro Gran Premio de la historia de la F1, el GP de Imola.
Como una premonición, el viernes en Imola ya dejaba una víctima, un joven Rubens Barrichello sufrió un fuerte accidente, levantando las primeras preocupaciones en el paddock, pero el show debía continuar. Aquel sábado 30 de abril de 1994, los sueños, el trabajo y esperanzas de un piloto encontraban un final abrupto frente a los imperdonables muros de un circuito que vivió sus horas negras. La Fórmula 1 se volvió a cobrar otra vida, la de Ronald.
La muerte de Roland significó la primera pérdida en 12 años para la Fórmula 1, pero tristemente no sería la única de aquel fin de semana. Ratzenberger representa el sueño de muchos de llegar al gran circo, con trabajo y esfuerzo, y su legado no debe quedar en las sombras.
Ayrton Senna quedó fuertemente afectado al ver las imágenes. Su fatal accidente al día siguiente eclipsó, sin querer, los acontecimientos anteriores, generando el olvido para algunos de un gran piloto y una persona. Resulta extraño y paradójico pensar como Ratzemberger con su muerte podría haber salvado a Senna de la suya, en caso de que hubieran decidido no correr el domingo. Las decisiones fueron otras, pero esa ya es otra historia.
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