¿Qué pasó de la generación 98? Una de las camadas que más prometía

Por Christian Pérez/@chrisperezz7

Una de las grandes camadas que ilusionó en su momento al fútbol paraguayo, fue la generación de 1998, que disputó el Mundial Sub 17 en el año 2015. Varios de ellos lograron consolidarse en clubes importantes y otros quedaron por el duro camino que propone este deporte.

La selección dirigida por Carlos Jara Saguier, había quedado eliminada en la primera fase del Mundial, tras un error increíble del DT, que creía tener prácticamente la clasificación a los octavos de final, puso un equipo alternativo ante Nueva Zelanda, que dio el golpazo en el minuto 91, eliminando a la Albirroja con una victoria increíble de 2-1.

Esa selección era una de las apuntadas a ser posiblemente la camada más sólida después de la categoría 93/94, que fueron los mundialistas Sub 20 en Turquía 2013, que tuvo a figuras como Gutavo Gómez, Derlis González, Miguel Almirón, entre otros.

La generación del 98 tuvo a promesas que parecían no tener techo, aunque algunos se quedaron por el camino, tras una gran comienzo. Otros se perdieron y algunos tratan de no rendirse buscando la revancha en Primera División.

Los tres arqueros seleccionados por el "Bambino" fueron Óscar Benítez (Rubio Ñu), Miguel Martínez (General Díaz) y Gabriel Perrota (Nacional).

Benítez volvió a Rubio Ñu luego de estar a préstamo en Ameliano, en la Primera B. Le costó afianzarse cuando el equipo albiverde estuvo en Primera. Disputó en total 4 partidos como profesional.

Martínez tuvo su buen momento en General Díaz y actualmente es el tercer arquero de Cerro Porteño, con el que también ya tuvo muchos juegos.

Perrota nunca pudo debutar en Primera, pero formó parte del plantel profesional de Nacional y luego pasó a Guaraní. Actualmente está en el fútbol universitario de Estados Unidos, defendiendo la camiseta del UNCW SEAHAWKS, en Wilmington, Carolina del Norte. El portero estudio ahí actualmente administración de empresas.

Siguiendo con los defensores, son muy pocos los que llegaron al fútbol profesional. Solo un zaguero se consolidó y los laterales que eran de Olimpia en ese entonces.

Marcelo Arce (Olimpia) estuvo jugando en los últimos años en Recoleta, en la Primera División B (tercera categoría). Es zaguero central.

Óscar Rodas (Olimpia), una promesa también del Decano, venía jugando hasta el 2021 en Olimpia de Itá, también en la Primera B. Es zaguero central.

Fernando Lomaquis (Rubio Ñu), lateral derecho que no tuvo muchas chances en el equipo de Trinidad y últimamente estuvo jugando en el Sportivo Limpeño y en el Nueva Estrella de esa ciudad.

Juan Ojeda (Luqueño) dio el gran salto de ir a la Serie A de Brasil en este último mercado de pases. El zaguero debutó en Luqueño, fue capitán y figura, pero luego se fue al 12 de Octubre. Ahora fue transferido al Cuiabá, de la Primera División.

Luis Giménez (Olimpia) fue una de las grandes promesas del Franjeado, pero las lesiones prácticamente no lo dejaron en paz. Tuvo un partido en la Primera del Decano y también jugó en General Díaz y River Plate. Era zaguero de origen, reconvertido a lateral derecho. En el último semestre del 2021 jugó en Fernando de la Mora, de la División Intermedia.

Rodi Ferreira (Olimpia) tuvo muchas idas y vueltas ya en Primera. Incluso tuvo una pasantía por el fútbol portugués, pero nunca encontró madurez en su carrera. Ahora volvió a encontrar su mejor nivel en Guaraní, de la mano del español Fernando Jubero.

Blas Riveros (Olimpia) sin dudas fue uno de los jugadores que más lejos llegó. Fue transferido al Basel de Suiza, jugó Champions League siendo figura estelar y ahora está actualmente en el Brondy de Dinamarca. El lateral izquierdo es uno de los que llegó a la Albirroja mayor.

Blas Riveros disputó incluso Champions League con el Basel.

Entre los mediocampistas, muy pocos son los que encontraron consolidación. Algunos siguen intentando y otros con paradero desconocido.

Arturo Aranda (Libertad), el capitán de esa selección tuvo varios partidos en Primera División, pero no encontró continuidad, por lo que tuvo que buscar mayor rodaje en Intermedia. En el 2021 comenzó en Trinidense y tuvo la desgracia de sufrir una rotura de ligamentos cruzados, de la cual de está recuperando.

Josué Colmán (Cerro Porteño), una de las promesas más grandes de la camada, tuvo un gran arranque en Cerro Porteño, siendo titular indiscutible. De ahí fue transferido al Orlando City de la Major League Soccer, presentado como el posible sucesor de "Kaká", que había dejado su huella en el club estadounidense.

Luego volvió al Ciclón y fichó por Guaraní en el 2021, año de su resurgimiento con Jubero.

Ricardo Gabazza (Libertad), un de los extremos con mayor potencial de esa camada, desapareció del mapa futbolístico. Hasta el 2019 estaba en la Reserva del Gumarelo, con el que debutó en Primera División.

Ricardo Gabazza.

Jorge Morel (Guaraní) es uno de los que incursionó en Primera y ya no paró de crecer. Se consolidó en Guaraní, fue capitán y hace un semestre fue transferido a Lanús de Argentina. Junto a Blas Riveros, son los dos únicos  considerados jugadores actuales de la selección paraguaya absoluta.

Marcelino Ñamandú (Cerro Porteño), uno de los dos de la generación 1999 junto a Gabazza, que fue llevado por Jara Saguier al Mundial. El mediocampista insinuó bien en Primera, parecía que sería un indiscutible, pero se quedó por el camino a causa de lesiones principalmente. Ahora fue cedido a préstamo al Deportivo Maldonado de Uruguay.

Cristhian Paredes (Sol de América), mediocampista que desde su debut no paró de crecer y es uno de los titulares indiscutibles en su equipo. Actualmente está en el Portland Timbers de la MLS, fue campeón de la Conferencia Oeste y vicecampeón absoluto de la Major League Soccer. Además hay que recordar que tuvo un paso previo en el América de México.

A los que más les costó definitivamente, fueron a los delanteros. La mayoría tuvo altibajos y varios quedaron fuera del radar de Primera División.

Uno de los casos es el de Nery Balbuena (Nacional), quien se ganó un lugar en el Mundial 2015, pero no pudo sobresalir en la Primera del Tricolor. Estuvo en el plantel principal, pero desapareció prácticamente. El último reporte es que estuvo jugando en una liga del interior, exactamente en Santa Elena (Cordillera)

Iván René Cabrera (Nacional) es otro atacante de la Academia desparecido. El último rastro sobre el jugador es que estuvo en el Tricolor hasta el 2017.

Sergio Díaz (Cerro Porteño) sin dudas fue la mayor promesa de esta generación. Joya azulgrana que atrajo las miradas de los mejores clubes del mundo. Debutó apenas a las 15 años en el Ciclón, siendo titular por méritos propios.

Fue transferido al Real Madrid por un monto récord, pero después de ahí se vino una debacle. Jugó en el Castilla (filial del Real), luego fue cedido al Deportivo Lugo, de la Segunda División y tuvo la mala suerte de sufrir la rotura de ligamentos cruzados.

Sergio Díaz junto a Karim Benzema.

Tras recuperarse fue al Corinthians de Brasil, para volver a Cerro Porteño. De ahí tuvo un paso por el América de México, sin pena ni gloria y tras estar libre seis meses, volvió a su casa: Barrio Obrero, para ponerse la camiseta azulgrana nuevamente.

Sebastián Ferreira (Olimpia) es otra de las caras más exitosas de la generación 1998. Si bien le costó brillar en el Decano, en otros clubes se destacó. Fue goleador de Independiente de Campo Grande y de ahí lo transfirieron al fútbol mexicano. Libertad lo compró de vuelta y se cansó de hacer goles con la camiseta gumarela.

Recientemente se confirmó que será transferido de nuevo, esta vez a la MLS, por un monto millonario.

Si hablamos de figuras que asomaban para brillar al máximo, ese era Julio Villalba (Cerro Porteño), goleador de esa generación. El atacante llegó a ser titular y figura en Cerro. De ahí transferido al Borussia Mönchengladbach de Alemania, en el que jugó apenas 2 partidos en cuatro temporadas. Un partido por Bundesliga y otro por la Copa de Alemania.

Probó suerte en el fútbol austríaco y volvió al Borussia, pero nuevamente no fue tenido en cuenta.

Actualmente juega en e Guayaquil City de la Primera División de Ecuador.

Julio Villalba (der) junto a Raúl Bobadilla en el Mönchengladbach.

Si bien no fueron al Mundial, pero también formaron parte de ese plantel en el Sudamericano clasificatorio, Gianluca Fatecha (Olimpia), actualmente en Sol de América, sin poder consolidarse y Jonathan Valiente (Libertad), goleador tremendo que había sido "borrado" por cuestiones extradeportivas. Valiente dejó de pertenecer a Libertad y estuvo últimamente en Fernando de la Mora en la División Intermedia.

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Debutó en Cerro, fue vendedor ambulante y ahora es goleador de la Intermedia

Para ningún club es fácil contar con un delantero goleador y menos para el Sportivo Ameliano, que probablemente en la previa del campeonato de la Intermedia no figuraba como uno de los equipos que podría pelear un cupo por el ascenso a Primera. Sin embargo, se preparó de la mejor manera y no sólo fue protagonista del torneo, sino que le tiene al artillero del campeonato.

Se trata de Alex Arce (26) un atacante de área que desde sus inicios se destacó como goleador. Con 24 goles marcados condujo a su equipo a ubicarse en el cuarto lugar del campeonato y ahora espera disputar la última chance de ascender con dos partidos por la promoción.

En contacto con VERSUS, el atacante manifestó su felicidad por el buen rendimiento que tuvo en lo personal, ya que se propuso ese objetivo. Espera se corone todo el éxito viendo a Ameliano en la categoría profesional del fútbol paraguayo. También relató su paso por Cerro Porteño, donde debutó en primera, pero donde no tuvo mucha chance de jugar. No obstante, admite que le gustaría volver y tener su revancha en el conjunto azulgrana.

El delantero atribuye su condición de gran anotador a sus compañeros, aunque admite que tenía un “compadre” quien le metía los pases precisos para que él definiera. “Mi “compadre” en la primera rueda fue Elvio Vera, lastimosamente se lesionó y ya no pudo seguir jugando de lo que restaba el torneo”, comentó Arce.

“En la segunda rueda le tuve como dupla principal en la delantera a Leonardo Delvalle. En realidad todos los compañeros cumplen un rol importante en el equipo, por eso llegamos a esta instancia”, remarcó.

Arce se destacó siempre como goleador, aunque esta temporada con 24 goles convertidos consiguió la cifra más alta en su carrera. “Mi fuerte es hacer goles, en las formativas de Cerro (Sub 20) fui goleador, también en Rubio Ñu”, refirió.

Alex Arce, jugador del Sportivo Ameliano. Foto: @ClubSpAmeliano

“Nuestro objetivo en Ameliano siempre fue el ascenso a Primera, se armó un buen plantel y más aún porque había tres cupos y medio. No pudimos conseguir el ascenso directo, pero nos queda una chance más con los partidos de promoción”, destacó.

Tras unos días de pausa, los jugadores de Ameliano ya volvieron a los entrenamientos esperando la culminación del torneo Clausura (profesional) para conocer a su rival.

Si la espera o el parate largo no afectará el rendimiento del equipo, Arce indicó: “Vamos a tratar de llegar bien, seguiremos entrenando con mucha responsabilidad. Creo que el profe está vendo para jugar algunos amistosos para poder llegar con buen ritmo”.

Sobre si tiene alguna preferencia del futuro rival en la promoción -ya que son como tres los clubes que podrían quedar en esa posición- dijo que: “No podemos elegir, cualquiera que nos toque enfrentar será difícil por ser un equipo de Primera. No obstante, de reojo estaremos mirando a esos equipos que están en esa zona”.

En otro momento, Alex destacó que la directiva del club cumplió con ellos económicamente a pesar de las dificultades. “En ese sentido no hay quejas, lo que se prometió, se cumplió. Nunca tuvimos inconvenientes en ese sentido”, remarcó.

Inicio y recorrido

Comenzó su carrera futbolística en su natal Carapeguá, vistiendo la casaca de Libertad de Veniloma hasta los 14 años. Integró la selección carapegueña Sub 15 que disputó la final de esa categoría. Fue de refuerzo a la selección de Sapucái, de donde pegó el salto a la capital.

En un partido amistoso entre la selección Sub 15 de Sapucái y la sub 15 de Cerro Porteño tuvo una destacada actuación. Enrique Landaida, en ese entonces entrenador de las formativas del equipo azulgrana, había sugerido su contratación y así fichó por Cerro.

“Jugué en las categorías formativas de Cerro Porteño, integré la Sub 16 con el técnico “Tiburón” Torres, luego fui subiendo de categorías hasta llegar a primera división”.

“Debuté en la profesional de la mano del entrenador Jorge Martín Núñez frente a Trinidense en cancha de Nacional (2017). Estuve dos temporadas en el plantel principal de Cerro, pero no tuve mucha oportunidad de jugar y a finales del 2018 quedé libre y salí”.

A inicio del 2019, se integró al Sudamérica de Paraguarí, equipo que se preparaba para jugar pre Copa Paraguay, donde consiguió el título. Pero ese mismo año volvió a Asunción y jugó por Rubio Ñu en la División Intermedia. “A finales del 2019 retorné a Carapeguá y jugué por mi club, Libertad de Veniloma el torneo de la liga local”, acotó.

En ese breve lapso fue visto por el técnico Humberto García quien, dirigía otro equipo de la Liga Carapegueña (Mariscal López) y fue quien lo llevó a Ameliano por su condición de goleador.

Quiere su revancha en Cerro

Al goleador de la Intermedia no le desagrada volver a Cerro Porteño y tener una revancha, ya que en sus inicios no tuvo mucha chances de jugar. “Me gustaría volver a Cerro si se dan las condiciones, me encantaría jugar otra vez en ese club”.

“De todos modos, tengo mucha expectativa para la próxima temporada, sea en algún club a nivel local y si es del exterior, mucho mejor”, dijo con cierta confianza.

“Por ahora la mentalidad está puesta en los dos partidos de la promoción y luego espero que salga algo importante para el otro año, de eso se encarga mi representante”, apuntó.

Vendedor ambulante

Como a mucha gente le afectó en el ámbito laboral la pandemia, Alex Arce no fue la excepción. Al no haber campeonato el año pasado, se reinventó y se convirtió en vendedor ambulante.

“En la pandemia se hace de todo para sobrevivir, tuve que trabajar de “macatero”, con un amigo. Vendíamos un poco de todo entre ellos el poyvi y otros artículos artesanales que son típicos de Carapeguá”.

“A pesar de todo, nunca pensé en abandonar el fútbol, siempre con el sueño de jugar, sobresalir y ser transferido alguna vez”, concluyó.

Por: Daniel Arévalos.

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José Florentín, el chico de los ladrillos que se subió al último tren

Por Christian Pérez/TW: @chrisperezz7.

Realizador audiovisual: Diego Fleitas.

Editor: Fernando Zarza.

Producción: Daniel Serna.

El fútbol es muy cruel, pero hermoso a la vez. Recompensa al que persevera, aguanta y no se rinde ante adveridades, aunque el mundo se venga para abajo muchas veces. No bajes los brazos, sacá fuerzas de donde sea e intenta un último esfuerzo, que ese puede ser el definitivo. Fiel prueba de ello es José Ignacio Florentín (25 años), el mejor jugador del fútbol paraguayo actualmente, que ha resistido hasta lo último para no ver morir el sueño de toda su vida.

A más de 250 kilómetros de la Capital, en Tacuaró Norte, un distrito de Juan E. O’leary, Departamento de Alto Paraná, inició toda la aventura, la imaginación y la ilusión de un inocente niño que solo tenía en la cabeza jugar fútbol para ser feliz. No había nada más placentero que atarse los botines, agarrar la única pelota del pueblo y dejar la vida en la canchita, con amigos verdaderos, que no buscaban fama ni beneficios, más que disfrutar de la amistad y ganar cada tardecita el partido más importante de la historia.

Criado y malcriado por la abuela Rosa López, mientras la mamá enseñaba en las escuelas de la zona y el papá se rompía el lomo en la olería, donde también tiene una historia particular, José Florentín comenzó a soñar en grande, sin importar los obstáculos que se venían y lo difícil que sería abandonar el pueblo y por supuesto, dejar de ser “abuela memby” (mimado de la abuela).

En un emotivo recorrido rememorando sus inicios, José Florentín recibió a Versus en su pueblo y nos invitó a conocer cómo y dónde pasó la mayor parte de su infancia y también adolescencia.

Él tenía un único sueño: ser futbolista. No le importaba nada y pensar en otra cosa era innecesario, porque era de los chicos que soñaba despierto, alimentaba su deseo con pensamientos positivos, pero era consciente de que, sin sufrir, nadie llega a la meta y si alguien lo hace, ese objetivo no valía tanto la pena.

Comenzó sus primeros pasos en una pequeña escuela de fútbol de Tacuaró Norte, pero como no tenía muchos aliados para formar más de un equipo, decidió ir a practicar en Forestal, un club que estaba ya en plena ciudad, lejos del yvy pytã (tierra colorada) y el potrero puro, de la 'canchita', que no necesita ser cuidado y le bastaba que los animales pastaran para estar en condiciones.

José Florentín. Foto: Prensa Club Guaraní.

Para jugar cada partido, José y sus amigos tenían que caminar 6 kilómetros todos los fines de semana. Además, como era el más chico en el equipo, le tocaba jugar 5 a 10 minutos como máximo, pero para él era una eternidad y se convertía en la mayor alegría de su semana

“A veces nos llevaban en moto, pero casi siempre íbamos caminando. Tenía muchos amigos. Eñe’ē ha eguata, botín nde pýre, ndereñandúi la kane’o (Hablando y caminando con tu botín puesto en los pies, no sentís el cansancio)”, recuerda con añoranza y hasta mucho placer el hoy mediocampista de Guaraní.

Aventura lejana

Todos queríamos saber la historia de cómo llegó a Guaraní y sus difíciles momentos hasta llegar a ganarse la confianza de Gustavo Costas, DT quien le había cerrado prácticamente las puertas, pero de eso hablaremos más adelante. Florentín interrumpe la pregunta y comenta que antes, se aventuró a la Argentina para jugar en Gimnasia y Esgrima La Plata.

“Un señor me vio jugar y me llevó a los 15 años. Me preparé bien casi un año, fui a hacer una prueba y me quedé”, relata, pero haciendo muecas de incomodidad.

¿Qué pasó allá? La vida no era muy fácil, las necesidades apretaban mucho y la añoranza para un chico de esa edad, que nunca había salido de su pueblo, era muy grande.

Mombyry, che año, ahechaga’u la che gente kuérape. A veces roiko cocido, cocido nderehe voi (Estaba lejos, solo y extrañaba a mi familia. A veces vivíamos de cocido, cocido nomás luego)", recuerda como anécdota y agrega: “Estábamos entre cuatro en una casa y yo era el que hacía las meriendas, reviro con cocido o pireca era la solución”.

Su realidad no era del todo buena en Argentina, pero ante cada llamado de papá y mamá, no podría mostrarse débil por lo que respondía: “Acá está espectacular, todo el día como asado”, comenta y aclarando que era para no preocupar a la familia. Prefería mentir, aguantar un poco más.

Llegada a Guaraní

Tras ese año en Argentina, recibió el llamado de su hermano mayor, Alcides Ramón Florentín, quien estaba asomando como uno de los talentos más prometedores de las formativas de Guaraní, donde llegó (José) para la Sub 16.

Para José, su hermano Alcides ha sido gran responsable para que él cumpla sus sueños, ya que lo arropó, habló por él y le enseñó cómo debía sobrevivir en la pensión.

Gracias a él estoy donde estoy, detrás de él yo me fui a Asunción”, dice la estrella de Guaraní, mientras se funde en un emotivo abrazo con Alcides, quien acababa de bajar del tractor para saludar al orgullo de toda la familia y quien cumplió con lo que él siempre tuvo siempre como ilusión, jugar en la Primera División.

“Por cosas del destino ahora trabajo en tractor, yo incluso jugué en Intermedia con Independiente de Campo Grande. En Guaraní compartí camada con Fernando Fernández, 'Conejo' Benítez, Nildo Viera y compartía habitación con Alfredo Aguilar, hasta que se mudó a un departamento y en su lugar llegó mi hermano (José)”, cuenta Alcides.

José Florentín junto a su hermano, Alcides Ramón Florentín.

“Lo que es para vos, es para vos. Cuando él juega es lo mismo que yo esté jugando. La unión y la humildad sigue siendo el mismo de siempre para nosotros, eso nunca va cambiar”, agrega el mayor de los Florentín.

El último tren para no volver a casa

Habiendo pasado por todas las categorías juveniles y Reserva, los objetivos se alejaban de José, la puerta se iba cerrando a lo lejos y la luz ya no se veía prácticamente. ¿Pero qué hacer en estos casos? Porque abandonar nunca fue una opción y a veces la vida da varias señales también; los compañeros ya estaban brillando en Primera, otros ya sonaban para ir transferidos y con 23 años, el chico de Tacuaró Norte estaba estancado sin poder debutar.

“Cuando cumplís 20, 21 años y todo el mundo te dice: ‘¿por qué no debutás?, ¿por qué no jugás? Tal fulano, que era menor que vos, ya jugó en Primera; estudiá nomás ya’. Eso te trabaja mucho y yo no tenía la oportunidad. Me daba rabia eso, porque siempre cuando me iba a tocar la oportunidad se cambiaba de DT o dirigente y me quedaba otra vez en la puerta”, cuenta el mediocampista con un nudo en la garganta hasta ahora.

En el 2018 fue a probar suerte en la Intermedia en Rubio Ñu. Tuvo continuidad, hizo goles, pero igual se sentía vacío, en lo deportivo y ni qué decir económicamente, ya que lo máximo que podría recaudar era en concepto de premios; el salario era insuficiente totalmente.

Un año después regresa a la Toldería, esperanzado en debutar. Era parte del plantel principal, pero no era opción prácticamente para ningún entrenador. En el 2019 debutó y tuvo algunos partidos en la máxima categoría de la mano de Gustavo Costas, pero de manera intermitente y sin la confianza que él necesitaba.

La necesidad económica también apremiaba, porque ya se venía la primera heredera (Alexa Anahí) y los gastos se iban a multiplicar. “Hepy la pañal (es caro el pañal). Ni contrabandore epescaro no es barato (ni si pescás por contrabando es barato)”, comenta con una gran carcajada.

Para inicios del 2020, recibió una durísima noticia antes de la pretemporada. Gustavo Costas lo llamó a conversar personalmente y sin filtro le comenta que con él, no tenía chances de jugar. Era la quinta o sexta opción del DT, por lo que prácticamente su continuidad en el club iba a ser en vano, cuando le restaban solamente seis meses de contrato.

“Costas me dijo que no me iba a tener en cuenta. Fue durísimo para mí. Me dijo que, si quería quedarme, que lo haga, pero no estaba en sus planes. Le agradezco, porque eso hizo que yo apriete el triple, y no me relaje. Cuando me dijo eso, oguapyvéntema cherehe (sentí mucho), me fui en casa, aguapy cherasē’imi (me senté, lloré un poco), hablamos con mi señora, quien fue y es mi gran soporte”, destaca.

Rosana Rojas, la fiel compañera de José y la heredera Alexia Anahí.

Con 23 años, la puerta del club prácticamente cerrada y lo sueños que ya estaban a punto de ser triturados, no le quedaba más que hacer un último intento. Era el último tren como él mismo lo reconoce. A morir en el campo de batalla, de pie, o lograr lo imposible, que era demostrarle a Costas que estaba totalmente equivocado.

Pero eso no era todo, Guaraní le dio una especie de prueba para seguir vinculado al club. Sus pagos iban a ser de acuerdo a partidos jugados y otros objetivos, sino no sería recompensado. “Era mi último tren. De acuerdo a la cantidad de partidos jugados iba cobrar y eso. Me jugué con eso”.

Si este último esfuerzo no tenía resultados, José ya tenía futuro asegurado y era volver a Juan E. O’leary para ayudar a sus padre y hermano, a trabajar con los ladrillos en la olería. Había conversado con su papá, don Ramón Florentín, quien ya estaba preparando funciones y un lugarcito en la casa.

Pero como se dice, el de arriba les da las peores batallas a sus mejores guerreros. No había nada que perder y en cambio había todo por ganar. José dejaba la vida en cada entrenamiento, metía la cabeza ante una plancha si era necesario, y desafiaba a la incredulidad de Gustavo Costas, a quien convencería finalmente.

El 22 de enero, el fútbol iba a premiar tanto esfuerzo. Guaraní había perdido soldados por lesiones y a Costas no le quedaba de otra que recurrir a José Florentín en el estreno en Copa Libertadores.

¡Corrió 11 kilómetros a 3.735 metros sobre el nivel del mar! Florentín se devoró la ciudad de Oruro con un recorrido inhumano, siendo la gran figura de Guaraní, que había dado el golpazo ante el San José.

Pero eso no era todo, tres días después, el mediocampista zurdo fue de nuevo titular ante Cerro Porteño por el torneo local, recorrió 12 kilómetros tras volver de la altura y fue el autor del gol del triunfo Aurinegro. ¡Por fin! El fútbol era algo justo con tanto esfuerzo.

“Yo siempre dije: un partido nomás quiero para demostrar mi capacidad a todos. Ndavaleirõ ndaha’éi che mba’erã (Si no valgo, no es para mí el fútbol)”, indicó, con un nudo que no le dejaba hablar fluidamente.

El trabajo en la olería

En las vacaciones o cuando aún no había “migrado” a la capital, José Florentín trabajó con su papá en la olería, haciendo miles y miles de ladrillos.

Sacar el barro, hacer el molde, cortar en forma, secar y hornear (o cocinar), eran algunos de los trabajos, pero ninguno desconocía. El proceso para crear era una rutina para él y su familia.

Heta amba'apo oleríape (mucho trabajé en la olería). Cualquier cosa había que hacer, o sino ‘lekaja’ (el viejo) no nos daba el 10 mil guaraníes para el partido de cada tarde. Alzábamos y bajamos 7 mil a 8 mil ladrillos. Tu mano quedaba blanca, parecía la mano de esos ricos (millonario), el callo te comía toda la piel”, afirma, mostrando las palmas de las manos, que ahora habían recuperado su forma natural.

Adorado por la familia y orgullo de O’leary

Para conocer más específicamente sobre los comienzos de José, conversamos con prácticamente toda la familia con la que creció.

Gloria Bobadilla, la mamá del futbolista lo recuerda siempre con un chico optimista y enfermizo por el fútbol, al que debía amenazar con no tocar la pelota, para realizar las tareas de la escuela y el hogar.

Es nuestro máximo orgullo José. Siendo o no jugador, igual iba a estar orgulloso de él. Para mí no cambió nada aquel niño que quería salir en la tele de chiquita y ahora el futbolista que nos hace llorar en cada partido”, señala entre lágrimas doña Gloria.

Estoy orgullosa de su perseverancia, por estar donde está, siempre sé de sus necesidades. A veces ikangysema (a veces quiere ser débil), pero le digo que no se deje vencer”, agrega en pleno llanto.

Por su parte, don Ramón Florentín, el máximo maestro y consejero en la vida de José. Recuerda las dificultades que pasaron y asegura que en todo momento le recomendó paciencia y perseverancia a su hijo.

Él estaba convencido que José Ignacio iba tener su momento y este debía estar listo para no dejar pasar el último vagón.

Lo primero que voy a decir es que estoy orgulloso de él. Gracias a Dios salió bien. Siempre le dije: ‘Ágante otokáta ñandéve, ani ejapura che ra’y (alguna vez nos va a tocar, no te apures hijo)’. Le pedía que no afloje, que apriete, que íbamos a llegar”, termina expresando con una emoción incontrolable de un persona mayor que quería mantenerse inmutable, pero que no podía controlar sus sentimientos.

Don Ramón Florentín y Gloria Bobadilla, los padres de José.

Ya con su hijo siendo figura en Primera División, don Ramón tenía una ilusión de toda la vida y si bien en el momento de la entrevista, la posibilidad de que José sea convocado, estaba algo lejana, él estaba convencido que era el próximo sueño en conquistar.

“No a todos le pasa esto. Que tu hijo juegue en Primera y lo ves en tele. Ko’ága aipota ohuga la selecciónpe, pea la objetivo (Ahora quiero que juegue en la selección, ese es el objetivo)”, presagiaba el papá de José y fue así, porque unos meses después, el chico travieso de Tacuaró Norte, se puso la Albirroja y representó no solo a su pueblo, sino a todo el país en las Eliminatorias Sudamericanas.

Alguien que sí conoce la intimidad de José Florentín, es su novia y compañera de vida, Rosana Rojas, quien asegura que se ganó la lotería con la persona, no con el futbolista, ya que están juntos desde mucho antes que él asome a ser jugador profesional. “José es espectacular, no tengo ninguna queja de él. Una excelente persona, excelente papá. Me gané la lotería con él. Fue tan perseverante. Sé todo lo que pasó, los entrenamientos en Tembetary, caminando porque no había para el pasaje. Estamos muy orgullosos de él y sé que va a lograr muchísimo más”, señala con un brillo en los ojos y la mirada fija en su José.

Orgullo de los abuelos

De paso también visitamos a los abuelos, Fernando Bobadilla, una biblioteca viviente del distrito y a doña Rosa López, la persona que lo malcrió siempre.

Don Fernando nos invita a pasar y estaba ansioso por contarnos sobre los primeros pasos de su nieto. En la sala estaban encimadas unas 20 agendas, que las había convertido en un diario personal, pero no solo sobre su vida, sino de toda la comunidad y en especial sobre sus nietos.

Tiene datos históricos desde el 2008 y comienza a relatar fecha a fecha, desde la primera práctica de José Ignacio en la escuela de fútbol, la ida a la Argentina, la llegada a Guaraní, el debut en Primera y hace unos pocos días, nos hizo llegar lo que había escrito sobre el orgullo máximo de haber visto a su nieto con la camiseta de la selección paraguaya.

El abuelo Fernando y la abuela Mercedes Acosta.

Ingresando a unos 5 kilómetros más al fondo de Tacuaró Norte, donde aún no llega ni siquiera el empedrado (tierra colorada), finalizamos en la casa de doña Rosa, la persona más preciada por José; la que estuvo con él durante gran parte de la infancia, mientras sus padres trabajaban.

“Chendive okakuaa. Pelota minte voi eme’e chupe. Ka’aru lado ja oguapyma la ipelota ári kánchape (Conmigo creció. A él pelota nomás tenías que darle. A la tarde ya se sentaba sobre su pelota en la cancha”, fueron las primeras palabras de la abuela sobre José.

Cuando le preguntamos si le suele ver en la tele, comenta que no puede muchas veces concentrarse en el juego por la emoción que siente.

Ndakéi la ahechaséi chupe. Che fanaticaiterei hese. Aviví, ndahasýi voi chéve mba’eve la ahecharõ chupe. Fuerza y vida ome’ē chéve (No duermo de tanto que quiero verle. Soy demasiada fanática de él. Me siento viva, no me duele luego nada cuando le veo. Me da fuerza y vida)”, asegura emocionada doña Rosa, quien esperaba a su nieto con una gallina casera, que es la comida favorita de José.

Doña Rosa López, la abuela con la que se crió José Florentín en Tacuaró Norte.

La anécdota de inferiores y jugar ante sus ídolos

La vida de inferiores es algo que se disfruta y se sufre a la vez. Se viven experiencias únicas que fortalecen el carácter de cada futbolista.

José Florentín no olvida cómo era la vida en la pensión, donde había reglas para los más nuevos y cómo habría que sobrevir sin plata.

“Teníamos que ir a Ypané, todos los días a las 5 de la mañana. El 18-2 (bus) pasa a las 5:45 AM frente al club, y si en ese no te subís, tenés que pagar dos pasajes. Hendy (difícil) ya para el otro día. Tenés que tener todo calculado. Ya no sobra ni para el juguito y a la vuelta, en dedo (pedir viaje gratis)”, recuerda.

Una anécdota inolvidable es que cuando volvía de un entrenamiento de Ypané, comenzó a llover a cántaros y en medio del diluvio prácticamente se juramentaron con algunos compañeros, que ese sacrificio no debía ser en vano.

“Pollitoicha orerykue (como pollito nos mojamos). Secabas tu frente con la mano y seguís; recuerdo muchas veces con Robert Rojas, Rodney Redes, Antonio Marín, decíamos: “ñaguahē va’erã, mba’éichaite ñanderykue hina ha jahejareíta, na isesentidoigui, (tenemos que llegar, cómo nos estamos mojando y no tiene sentido dejar todo en vano)”.

Un sueño cumplido además para José Florentín fue jugar con grandes ídolos del fútbol paraguayo, como Édgar Benítez, Roque Santa Cruz, Óscar Cardozo, Nelson Haedo, figuras impensadas hasta hace dos años para él.

“Cuando jugué contra Roque, parecía que le veía a mi novia, quería abrazarle no sé qué. Tengo las camisetas de Paulo, ‘Tacuara’, Haedo. Son recuerdos inolvidables para mi vida”, asegura.

Nunca es tarde para comenzar nada, es la frase que deja José Ignacio Florentín, quien debutó en Primera División a los 23 años, se consolidó a los 24, cuando estaba por dejar todo y hace unas semanas cumplió el sueño de todo futbolista: representar y defender a su selección.

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