Un necesario baño de realidad

Por Christian Pérez /@chrisperezz7

¿Cómo le hacés entender a un equipo tan ganador que es tiempo de renovación? Renovación, sí, pero quizás ni siquiera de plantel o mucho menos cuerpo técnico, que increíblemente muchos se atreven a pronunciar. Sino de esquemas, ciertos jugadores, variables tácticas ofensivas y defensivas, como así también la necesidad de una sacudida hombre por hombre para volver a despertar esa necesidad de competir y ganar.

A Olimpia se le fue el torneo Apertura, el equipo de Garnero hace rato da signos de incomodidad futbolística y para un plantel que ha arrasado en los últimos 4 torneos es difícil de entender, reconocer y asumir una renovación de objetivos.
Hoy, la obligación y la meta del Franjeado debe ser encontrar de nuevo una armonía futbolística, y una idea alterna con la que los jugadores se sientan satisfechos. El estilo de Garnero es irreprochable y de lo mejor que se ha visto en los últimos tiempos, pero agregar variantes a ese estilo de juego, es el gran déficit hasta ahora. Los tiempos cambiaron y aparecieron competidores similares.

Cerro terminó por darle la dosis de realidad que necesitaba a Olimpia. Si bien esa victoria no lo noqueó totalmente en el torneo, le dejó en claro que este confundido equipo de Olimpia perdió competitividad y en base a estos jugadores, tiene escasas posibilidades de pelear en una Copa Libertadores colmada de millonarios y jugadores “top”.

Las mayoría de las victorias tapan casi siempre los defectos. Luqueño, Guaireña, San Lorenzo, Guaraní y el propio 12 de Octubre (en el primer tiempo) habían desnudado notablemente la falta de variantes y el bajón pronunciado de ciertas individualidades, que lógicamente repercuten y dejan al descubierto un pobre nivel colectivo.

Pedirle cambiar la idea de juego a Garnero sería ridículo, inaceptable para cualquier amante del fútbol, pero modificar esquemas sobre la marcha, probar variantes de acuerdo a los rivales y jugar sin pelota, es una obligación que el DT debe implementar para no autoboicotearse.

Por mí, Alfredo Aguilar que salga las veces que quiera y pueda con la pelota, como el primer cerebro que articule el rompecabezas de toques. Tomar riesgos es parte del fútbol, que muchas veces castiga las buenas intenciones, haciendo solamente notar un árbol (Aguilar) y no el bosque.

Golpear el tablero

Más arriba hablamos de modificar esquemas. El 4-4-2 clásico de Daniel Garnero es marca registrada y memorizada ya por los rivales. Sin las fichas correctas o individualidades bajas, hay que golpear el tablero y adecuarse a los jugadores que sí rinden. Otro de los pocos dibujos que llegó a usar el DT fue el 4-1-3-2, con Domingo como guardaespaldas, pero ante rivales “flojos” y pocos agresivos.

Los dos volantes centrales no son suficientes ante equipos de igual ambición, que le sacan la posesión a Olimpia. Richard Ortiz, con un decaimiento físico muy evidente, no basta para cuidar a todos. Nicolás Domingo es el jugador más criterioso que tiene el equipo con pelota, pero sin ella, es uno menos. Tiene poco recorrido, mucha lentitud y siempre llegar tarde a las coberturas.

¿Entonces? Si ya sabés que con ellos no es suficiente, ¿no es conveniente poner a uno más para no exponerse tanto? Sí, hablo de Rodrigo Rojas, quien no es de la mesita de luz de Garnero, pero es demasiado necesario para este equipo. Y aunque el DT no lo acepte, “RR8” siempre jugó por los buenos resultados y presión de arriba. Ahora apenas pestañeó el equipo y el primer sacrificado fue él.

Ya no alcanza con algunos…

Olimpia se ha dado el lujo en los últimos años de improvisar en ciertos lugares, como el lateral y volante izquierdo, que no ha podido cubrir desde la salida de Mendieta.

Cuestionar a “Tito” Torres no tiene sentido. No puede dar más de lo que tiene y como lateral izquierdo ha dado incluso más que cualquier otro. Limitaciones defensivas siempre tuvo, pero fue de los pocos que con actitud suplió sus defectos.

Pero el pobre Torres es solo un árbol del enorme bosque (defensa) lleno de villanos. Gran parte de los problemas defensivos no son responsabilidad suya, a excepción del clásico.

Jorge Arias ataca mejor de lo que defiende. Se lo destaca por la capacidad de distribución y pelotazos tan precisos, pero no así por salvar jugadas de gol y ganar en duelos individuales. Eso dice algo, ¿no? Si bien es necesario que los nuevos defensores sepan con el balón, no pueden carecer de cualidades para defender.

Las vacas sagradas (Alcaraz y Leguizamón) del fondo fueron borradas después del papelón ante Luqueño. Diego Polenta nunca está en forma y Carlos Rolón es el único que da la cara regularmente. Evidentemente es hora de renovar la última línea.

Pasando de posiciones, encontramos a un Alejandro Silva totalmente confundido. Desesperado por justificar la gran inversión y prácticamente solo se ha carcomido la cabeza. Demasiadas oportunidades para tan poca retribución.
Y si hablamos de jugadores que desaprovechan chances, ahí está Tabaré Viudez, quien de no ser por un par de goles en los clásicos, tranquilamente podría ser los refuerzos más improductivos de la era Trovato.

Aquí no hablamos de talento, porque a Viudez le sobra, sino es inaceptable que un futbolista apenes juegue 5 a 10 partidos por año.

También hay que hablar de la “Roque dependencia”. En los dos últimos años ha sido el mejor jugador del fútbol paraguayo. Y queda evidenciado que lo de Santa Cruz es demasiado preponderante. Siempre ha sido un bombero para salvar partidos complicados, que luego terminaron en goleadas, que tapaban los defectos, obviamente no visibilizados en momentos de gloria. Físicamente el capitán no está en su plenitud y repercute notablemente en Olimpia.

¿Y ahora?

¿Y ahora qué? Lo lógico sería buscar un sentido a cada partido.

Aunque boca para afuera en el Franjeado hablan de pelear el torneo, en el análisis objetivo se sabe que sería hasta algo milagroso ganar todos los juegos que quedan y que Cerro tenga que tropezar en tres partidos.

Con un torneo prácticamente perdido, podría ser momento de consolidar a los mejores jugadores del último Mundial Sub 17, como Diego Torres y Diego Duarte o probar mediocampistas como Marcos Gómez, entre otros. Olimpia había exhibido que joyas le sobran a su cantera y le ha dado buen ingreso económico. La última gran prueba, Erik López.

Además de un profundo autoanálisis, el campeón deberá centrarse en recobrar la ambición, volver a activar el espíritu competitivo, consolidar nuevamente una base sólida y poner ultimátum a los que piensan que están de vacaciones en Olimpia.

A pesar de todo expuesto, para quien escribe, el tetracampeón sigue teniendo a uno de los dos mejores entrenadores del fútbol paraguayo, pero es momento de sacudirse y analizar el bosque árbol por árbol...

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Cerro Porteño goza el momento floreciente

Por Gustavo del Puerto / @gusdelpuerto

No quedan dudas que por funcionamiento y rendimiento, Cerro Porteño es el mejor equipo hoy del fútbol paraguayo. Y los ejemplos sobran para justificar el extraordinario pasar. Las 9 victorias consecutivas, los recientes triunfos frente a rivales directos en la ruta por el título contra Olimpia, Libertad y Guaraní, las nuevas marcas en las estadísticas son muestras elocuentes del floreciente momento. Se nota que el Chiqui Arce aprovechó al máximo la larga pausa a causa de la pandemia.

Logró enderezar el rumbo de un equipo que estaba lejos de la cúspide y pocos daban crédito de una recuperación, porque Cerro, antes de reforzar, prescindió de jugadores y el DT se agenció con lo que tiene para dar fortaleza y molde a la estructura táctica y de juego.

La solvencia empieza desde el arco por el seguro Popi. Patiño no solo defiende, pues con la fuerza en su pierna derecha armó jugadas de gol cruzando la pelota larga. El joven Duarte es hoy titular por méritos en la zaga central, es simple y hasta parece un experimentado. No se amilanó con delanteros de la talla de Roque, Tacuara y Bobadilla. Es más, el hincha cerrista hasta parece que se olvidó de Marcos Cáceres y Amorebieta, quienes ya están disponibles.

El Ciclón de antes tenía abundancia por adentro, incluso muchos cobraban salarios altos sin jugar, pero tenía déficit por afuera. Hoy las sociedades zonales en los extremos marcan otra diferencia. Por derecha, Espínola y Giménez, una muestra del ida y vuelta, por izquierda Arzamendia y Aquino, proyección y el toque diferente que aporta el ex Guaraní.

La actitud y el compromiso del equipo representan Cardozo Lucena y Villasanti, dos volantes centrales que recuperan la pelota por tres. No solamente son recuperadores, porque ambos tienen llegada a la puerta contraria y gol, a más del juego claro que sustentan con el balón. Otro mérito del Chiqui fue encontrar un lugar al Pachi, de mediapunta, donde se siente cómodo y hasta irradia la buena onda que es otro atributo del grupo. Por otro lado, Churin, a más de aportar goles, es el primer obrero a la hora de recuperar el balón.

El argentino es imprescindible y su ausencia se resiente. Ortigoza, de otro estilo, más de pivoteo y sin tanta movilidad tampoco tiene cabida y Haedo tendrá que esperar su oportunidad. El jugador número 12 de Cerro es Óscar Ruiz, quien no desentona cuando entra.

Muchos decían que el Ciclón iba a caer físicamente por los partidos seguidos, sin alternancia, salvo suspensiones e imprevistos. Tampoco ocurrió ese mal hasta aquí, pues mantiene la intensidad y presión alta en su andar. Hasta aquí fue Guaireña, el rival duro de roer, marcando en el medio y cerrando los costados y al cambiar derrota parcial por victoria agónica, en el recuento final son los puntos que hacen la diferencia.

Es la radiografía futbolística rápida de Cerro, que se fortaleció en todo sentido en la pausa y así sacó la mejor tajada del bajón de Olimpia y algunos errores que se pagan caro. Libertad, pese a ganar y ahora ser escolta del único líder no garantiza nada con Ramón Díaz, quien no encontró hasta aquí el equipo y una forma de jugar más convincente con un gran plantel. Y como lo de Guaraní es muy intenso y pasa mucho por lo físico, en algunos partidos, el desgaste le pasó la factura y perdió puntos ante los rivales ganables.

Chiqui dijo que no hay festejo anticipado y aún en el camino el compromiso ante Libertad, todo indica que sin relajo, Cerro Porteño empezó a acariciar el título tras ganar el clásico y así cortar también la hegemonía del tradicional rival en los últimos años por las cuatro vueltas olímpicas consecutivas.

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Tragar veneno

Por Mike Silvero - @mikeotr

Hay un sentido de comunidad alrededor del fútbol que resalta aún en época de pandemia, de crisis y de depresión como esta que vivimos. Fuimos millones frente a un televisor, pegados a una radio, o con el celular como una extensión de nuestras manos a la hora de un nuevo Cerro-Olimpia, con nuestras esperanzas, con nuestras preocupaciones, con nuestras cábalas y nuestras frustraciones.

Van 26 minutos de juego y en el barrio se escucha más fuerte que cualquier escaso festejo un “¡Kóre!” en forma de reclamo y de descarga, fue después de que Diego Churin malogre un penal. “Para mí no fue penal”, dice el mensaje vía WhatsApp que tiene como remitente a mi viejo, el tipo al que más extraño tener cerca en estas situaciones de tensión, como lo deben hacer todos los que están distanciados de sus seres queridos por estos tiempos raros.

Sé lo que intenta hacer -como cuando era chico y me ponía nervioso al borde de las lágrimas con alguna situación en contra-, darme esperanza. Su mensaje dice entre líneas “hagamos de cuenta que esto no pasó y sigamos adelante”. Todo mientras la sangre hierve y la presión se eleva al ver la reacción del arquero Aguilar ante la ejecución de ‘Diegol’. Hay más mensajes, son de grupos: “Yo le rompo la cara y me voy bien expulsado”, dice uno con el que nos identificamos -casi- todos. Pero quizás no sea la mejor opción.

Aquí podría insertarse la repetida frase de que el fútbol da revancha, pero no es lo que me viene a la cabeza, sino son otras las palabras. Es 2015 y en el desolado vestuario del Olympique de Marsella, después de una derrota ante el siempre discutido PSG, el entrenador Marcelo Bielsa les dice a sus dirigidos una frase que retumba en mi cabeza desde aquel día: “Traguen veneno, acepten la injusticia, que al final todo se equilibra”. Algunos jugadores necesitan traducción para lo que decía aquel rosarino pero el mensaje queda. No se puede cambiar lo que pasó, solo se puede intentar hacer distinto lo que venga después.

Ese Marsella no logró el título ese año y sembró todas mis dudas por un momento sobre este partido, hasta el siguiente mensaje del viejo: “¿Viste lo de Ferrari hoy? Una vergüenza”, dice, cambiando de tema, pensando en el entretiempo, sacandome una sonrisa porque me permite imaginarlo serenandome de mita’i, así como me enseñó que cuando los bebés se inquietan, hay que abrir la canilla y hacerles escuchar algo que les transmita tranquilidad y familiaridad, y que ese ruido de agua corriendo es similar a lo que oyen estando en la panza de la madre.

Poco más de una hora después, Francisco Arce -el mejor técnico del fútbol paraguayo-, se funde en un abrazo con ese 9 que vino sin mucho ruido, que lleva más de 50 goles con esta camiseta y que encontró en estos colores un amor incondicional. “Ni se habló del penal, fue un abrazo de fraternidad”, dijo el ‘Profe’ después. Claro. ¿A quién le importaría lo que sea que haya dicho el arquero rival después de una jugada en la que no tuvo participación directa? Al capitán quizás, pero ese es otro tema.

Churin es el ejemplo del tipo que traga veneno, lo ha hecho durante gran parte de su carrera. De estar predestinado desde las categorías menores de la selección argentina a ser parte de la elite de esos delanteros de área de la albiceleste, a las dificultades propias de la carrera del futbolista y tener que padecer el fútbol del durísimo ascenso del vecino país, analizar la posibilidad del retiro, reinventarse en Chile empujado por sus amigos pateando tiros libres y destapando dos claves de su juego; profesionalismo dentro y fuera de la cancha, y letalidad en el área. Una pelota afuera no iba a hacer retroceder a un tipo que con respaldo, es una bestia de esas que quedan en el imaginario del hincha que lo disfruta y más del que lo sufre.

Hay sensaciones contagiantes; el aplauso aliviado al momento del aterrizaje de un avión en Asunción, el alarido generalizado cuando vuelve la energía eléctrica después de un corte de luz en verano, y un grito de gol de Cerro Porteño. No hay nada igual, ante la imposibilidad de tener al lado alguien para los abrazos, vale la pena quedarse sin voz para arrancar la semana, con los segundos de distancia entre el que escucha por radio, el que lo ve por tele, el que tiene el lujo del HD, y el que ya empieza a gritar antes que la señal de internet le permita ver cómo las manos del intrépido portero se doblan y no pueden desviar lo suficiente la pelota. Es gol de Churín, pero se siente como un gol del pueblo. Era una bomba, iba cargada con la fuerza necesaria de quien tragó veneno y aceptó la injusticia sabiendo que la oportunidad vendría, y que al final todo se equilibraría.

El festejo queda para la foto, por lo icónico y barrial de ser el dueño de ese arco y esa pelota, pero más por cómo lo rodean sus compañeros, como aquellos amigos en Chile, el aprecio de estos hermanos que tiene ahora en Barrio Obrero.

En días de incitación a la violencia y de rumores y más rumores sobre sospechosos métodos para la obtención de cuatro títulos seguidos, que Cerro gane con un penal dudoso hubiese dado pie a mil discursos, a sermones y salmos engorrosos. Que lo haga dominando absolutamente todo el partido y sin atenuantes, lo hace más valioso. Le permite dentro de nuestra realidad sanitaria y económica a mucha gente obtener una bocanada de felicidad, un respiro, ante tanto dato negativo.

Es un partido de fútbol, no hay que olvidar, pero el desahogo y las canciones desde los patios y veredas después del 2-0 construyen la historia de lo que somos y de lo que nunca rehuimos, ser el club del Pueblo, “timbre de orgullo”, desde hace un siglo, cuando otros creían que servía para denigrar. Por vivir así como vivimos es que somos lo que somos, y porque como dijo Marco Aurelio “el verdadero modo de vengarse de un enemigo, es no parecérsele”.

Conociéndome, percibiendo la alegría a la distancia, y ante la posibilidad de algún exceso es que llega el siguiente mensaje desde mi entrañable Villa Elisa. “Partido tranquilo, tendríamos que haber liquidado en el primer tiempo ya”. “Te quiero pa, gracias por hacerme hincha de Cerro”, es la respuesta que merecía para cerrar el domingo.

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