La tecnología e interpretación complican más el arbitraje

Por Gustavo del Puerto

El VAR vino para quedarse y llegó para poner justicia en el fútbol paraguayo. Y hasta aquí sí hacemos un recuento, las buenas decisiones fueron más, pero las malas también toman mayor protagonismo, sembrando dudas, polémicas y hasta desconfianza.

En algunas determinaciones polémicas e injustas se evidenciaron el mal uso de la tecnología. Sin dar tantas vueltas, la parte humana que maneja la tecnología desnudó la falta de una mejor preparación para tomar una decisión más rápida y efectiva. Se pierde una enormidad de tiempo para revisar una jugada y le saca ritmo al partido. Una demora de 4 a 5 minutos es un siglo en el fútbol moderno y más dañino si la revisión no sirvió para una corrección.

Los errores suman con el correr de las fechas del torneo Apertura, especialmente luego de la vuelta del fútbol tras el largo parate. El arbitraje paraguayo perdió crédito y los reclamos de los dirigentes no se hicieron esperar, incluso algunos piden la cabeza de Horacio Elizondo, el director de árbitros de la APF.

No todo pasa por el VAR, porque también tenemos que dentro de las reglas de juego, cada árbitro tiene su interpretación y como si todo fuera poco, al comienzo, el propio director defendió a sus pupilos, pisoteando las reglas. Como muestra un botón, el mismo Díaz de Vivar fue defendido por no repetir un penal con invasión de área y fechas después el mismo árbitro, en una acción calcada al penal para Olimpia, hizo repetir a Guaireña. Ambos hechos no tienen mucha distancia en el tiempo para un olvido, dado que se registraron tras el retorno del popular deporte en Paraguay.

Lo preocupante es que para un árbitro, una mano es penal y para otros con los mismos elementos no es. Por lo menos hay que llevar la línea arbitral hacia un acercamiento de unificar criterios. La vara alta para una tarjeta roja, tampoco es un detalle menor. Esa postura no tuvo continuidad, porque rápidamente se retrocedió a la vara más baja y hoy se amonesta por cualquier cosa.

Hay árbitros buenos en cancha, otros malos, lo mismo ocurre en el VAR, pero algunos que pintan bien como Carlos Paúl Benítez van sumando errores y su consolidación está en riesgo.

El arbitraje paraguayo está en terapia intensiva y creo que no pasa solamente por la cabeza. Un buen técnico poco milagro puede hacer sí los jugadores no son buenos y lo mismo pasa en el mundo arbitral, porque algunos son repetitivos en errores infantiles. A los buenos proyectos hay que encaminar con trabajo en campo. Hoy Eber Aquino es el mejor árbitro, otros están cerca, buen momento de Juan Gabriel Benítez, en cancha y en VAR, la dificultad de muchos, con aciertos pitando y con errores en la cabina, donde hasta aquí el más avezado es Ulises Mereles.

Abogamos por un mejor arbitraje, por la salud del campeonato para tener a un justo campeón.

El Apertura está emocionante, arriba y abajo, con un Cerro Porteño, imparable, con 6 victorias consecutivas pos parate, hoy único puntero, relegando a Olimpia al segundo lugar, con Libertad y Guaraní que no bajan de la pelea por el título.
El fútbol volvió con todo, pero el arbitraje no está a la altura y no hay mucho tiempo ni paciencia para la corrección.

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Escalera a la esperanza

Por Mike Silvero - @mikeotr

Se estila como un mecanismo de preservación de la amistad, advertir que entre quienes se tienen afecto es mejor no hablar de política, fútbol o religión, porque por lo general la conversación se tornará en una discusión que puede dejar a alguno más maltrecho que otro. Así se han dado desintegraciones de amistades que se podrían haber considerado eternas, o silencios extendidos por lo largo de meses o años, sin una razón real más allá de un intercambio de ideas distintas.

No nos gusta perder, ni siquiera un argumento, principalmente porque en nuestra cultura la derrota está asociada al fracaso. Y el fracaso no es más que una página que hay que dar vuelta y de la cual no sacamos nada productivo. Al menos es así en gran parte del imaginario colectivo. Por eso en el fútbol como en la vida misma, cada día está más sólida la función de ganar como sea, ni siquiera tanto por saborear la victoria como meta obtenida, sino para huir del penoso derrotero de quedarse a un escalón de la cúspide.

A más de 1.000 kilómetros de distancia está un amigo, pero al tiro de los milisegundos de respuesta vía mensajería instantánea. Rompo los códigos tácitos porque a pesar de mi agnosticismo tengo genuina curiosidad sobre un aspecto de sus creencias. “Lo encontré siempre que lo busqué. O mejor dicho él me encontró cuando más lo necesité”, dice Andrés, a quien he escuchado hablar sobre proyectos pasados, presentes o futuros durante los últimos 5 años; en el medio un par de películas hechas en Paraguay, series filmadas entre Colombia y Argentina, y su intención firme de instalarse ya en México o Estados Unidos, donde hace negocios frecuentemente. Un tipo exitoso, que nunca mencionó algo sobre su fe en público, pero está ahí, intacta y creciente.

La respuesta que me dio era en relación a una simple pregunta: ¿Qué representa para vos el Divino Niño? De nuevo la respuesta: “Lo encontré siempre que lo busqué”, y corrige: “Él me encontró cuando más lo necesité”.

Hay una parte de mí que reniega de esto y busca la racionalidad sobre todo. ¿Cómo puede alguien a quien admiro por todo lo que hace creer que ‘fuerzas’ invisibles colaboran o lo socorren ante alguna necesidad? ¿Cómo puede alguien sin tener pruebas ir e insistir con oraciones y asistencia a misa? ¿Cómo puede alguien creer en lo que le establecieron sus progenitores en muchos casos solo por seguir una especie de tradición?

Creo que todos -por lo menos los que leemos este artículo- somos iguales, y que la religión es una manera impuesta de interpretar al mundo, pero también soy yo quien cree que alentando o cantando más fuerte puede “contagiar” de energía a los jugadores, también soy yo el que sin ninguna certidumbre más que una discutible convicción va todas las veces que puede a la cancha, y también soy yo el que nunca ni se cuestionó alentar por los colores que alienta, ¿por qué hacerlo?, si son los que siempre tuvo mi viejo puestos, y los de mis abuelos, y los de mis hijos.

Está siempre latente la posibilidad de que alguien se ofenda leyendo esta nota, por supuesto, solo falta la política para hacer combo completo. Pero no es el punto, todo esto nace de una imagen, repetida y constante ya desde hace unos años en cada conferencia de prensa del mejor técnico del fútbol paraguayo.

Por lo que vimos de su carrera deportiva, me cuesta creer que en ese periodo 1992-2002 en el que pasó de ser una promesa en un preolímpico al mejor lateral derecho del continente, haya requerido ayuda divina. Si Arce hubiese sido folklorista, imaginense a un requintista paraguayo tocando las mejores canciones de samba y bossa, ocupando los principales puestos en las charts de las radios. ‘Chiqui’ convirtió la fastidiosa ‘pelota parada’ en una prominente arma en ataque de Paraguay, y con ello uno de los elementos que harían de la Albirroja la tercera selección más potente de este lado del planeta.

Pero ahí recuerdo a mi amigo Andrés, y quizás ‘Chiqui’ nunca lo buscó, sino que “lo encontró”.

En el barrio de Sajonia, en Asunción, a cuadras del ‘Defensores’ donde Arce se cansó de tirar centros y rematar tiros libres, una pintata reza: “Si estás buscando una señal, esa ya es una señal”. Es dogmático para algunos, enigmático para otros, o simplemente algo tan evidente que no requiere demostrar que sea cierto para los demás.

Una de las historias alrededor del ‘Divino Niño’ se señala sobre la imagen del ‘Santo Niño de Atocha’. En plena invasión arabe en el Siglo XIII, los cristianos terminaron presos y el misterio se generó alrededor de un niño vestido de peregrino que llevaba comida a los penitentes y llamaba la atención por su ropa y sandalias. Cuando corrió la voz de que las mujeres le pedían en sus oraciones a la Virgen María que su hijo interceda por los detenidos, es que se consideró que en la iglesia donde permanecían estatuas de madre e hijo podría estar la respuesta al misterio, lo único que se encontró era que en la figura del niño tenía cada día los calzados más sucios y polvorientos. Una señal.

Sea tras derrota, empate o victoria, Francisco ‘Chiqui’ Arce se predispone a hablar y responder las preguntas de la prensa, a su derecha lo acompaña su santo patrono, San Francisco de Asís, y a su izquierda el ‘Divino Niño’.

Una muestra de fe.

‘Chiqui’ en tanto, es una muestra constante de lo mucho que uno puede aprender de la experiencia. Hoy, es para gran parte de la afición el responsable de un equipo que sin demasiado, construye en su gente confianza y expectativa, pero mirando un poco más en el tiempo puede que Arce sea la piedra fundacional de una manera diferente de encarar proyectos deportivos en Cerro Porteño. Sus ideas vienen de lo que aprendió siendo jugador, de lo que ya absorbió en su primer ciclo como entrenador, de lo que capturó conociendo internamente a los eternos rivales, y de cómo con los que se rodea, se proyecta para el futuro. Arce no es uno más en Cerro, Arce trabaja por un legado, suyo para el club y para los demás a quienes hoy dirige.

La edad y los golpes de una carrera exitosa hacen que subir una pendiente no sea tarea sencilla. “Esperá un rato porque ijetu’ueterei escalera”, dijo el ‘Chiqui’ recuperando el aire segundos antes de su última conferencia de prensa en LNO tras la victoria ante Guaraní.

Y así transcurren sus días hoy, metido en un emprendimiento que es difícil de subir como esa escalera, pero cuyo objetivo final no es solo llegar a la cima, sino tener certeza de que lo que pretende como premio está ahí al final.

Si la fe y el fútbol se parecen queda a cargo de ustedes, pero mi amigo Andrés dice que cuando aparece la “certeza” sobre algo espiritual, es porque deja de existir la duda, la angustia y por sobre todo la desesperanza.

Que hoy tengamos esperanzas en el Cerro del ‘Chiqui’, debe ser una señal.

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El VAR ridiculiza demasiado al arbitraje paraguayo

Por Christian Pérez/ @chrisperezz7

Volvió el fútbol y los errores arbitrales nuestros de cada día. ¿Era lo que tanto esperábamos? Bueno, creíamos discutir una a dos jugadas cada tanto, pero tampoco para el abuso. Papelones fecha a fecha y la Dirección de Árbitros busca justificar con argumentos ridículos.

Para Horacio Elizondo todo está bien y bueno, debe defender lo suyo, pero tampoco crea que somos demasiados tontos. Hasta ahí nomás, "profe". Lo escuchamos siempre, pero no nos tragamos lo que dice, porque hasta se inventa reglas nuevas, como en la famosa invasión del penal de Olimpia.

Solo pasaron tres fechas desde que volvió el fútbol, pero hace una eternidad que comenzaron las quejas y los problemas arbitrales. Que los clubes peguen el grito al cielo y solo vean los errores en contra, tapando con el codo los favores, es normal y lógico. Nadie patea contra su olla, dicen por ahí.

Ahora, tratando de mirar con los ojos más objetivos posibles - la subjetividad siempre estará ahí -, es demasiado evidente que los árbitros están confundidos y en muchos casos, hasta perdidos. Los errores son demasiados groseros y basta de argumentos patéticos buscando justificar el papelón de cada semana. Basta y sobra con decir: "Nos equivocamos en esto y habrá que insistir en aquello". Reconocer, aceptar y aprender forma parte del proceso.

Pero Elizondo solo sale a justificar lo injustificable. Todo comenzó con el famoso "finísimo", después ya fueron inventándose nuevos vocabularios para argumentar todo.

No nos olvidamos de la patada de Adrián Martínez al "Pollo" Recalde. Según la Dirección de Árbitros fue una patada con "intensidad media alta" y fue solo un roce.

Eso solo por nombrar una jugada recordada antes del parate. Desde que retornó el fútbol, la vara subió al último piso. "Hay que dejar jugar más, no cobrar cualquier roce". Perfecto, ¿cómo es la cosa ahora?, ¿tiene que haber alguna fractura, tiene que haber sangre? El torneo apunta a ser una carnicería con las nuevas licencias arbitrales.

"Trata de recoger la pierna y aminora el impacto", dijo Elizondo por el planchazo de Richard Ortiz a Orlando Gaona Lugo. Ni él se creyó. Quería defender a los suyos y cómo el VAR deja aún más en ridículo las decisiones arbitrales.

"No veo contacto pleno en el rostro", afirma Derlis López, tras ver cómo Churín casi le saca la mandíbula a Otazú y de milagro no le rompe el pómulo. No hubo intención, claro, pero la imprudencia y el contacto es evidente. ¿Cómo justificar eso?

Para cerrar esto con solo tres ejemplos, hablemos de la jugada de Sergio Otálvaro. Patadón. Dejó tatuado hasta la imagen  del felino, marca que auspicia al colombiano, en la pierna derecha de Pedro Delvalle.

"Pie con pie" y hubo un impacto con "intensidad media". Ah bueno. Ahora tienen medidor de patadas y planchazos. No hay manera de justificar esa patada criminal.

Pero, ¿qué es lo peor? Que la tecnología solo sirve para dejar en ridículo a los jueces. Los árbitros del VAR no tienen capacidad de decisión. Son tan inseguros, que hasta para un córner (no es revisable, obvio) quieren llamar a los que están en cancha.

Los que están en cabina no aportan mucho, solo dudas y tirarle toda la responsabilidad al juez principal, que en la mayoría de las ocasiones, se deja guiar por las tibias recomendaciones del árbitro VAR y su asistente.

La tecnología le sacó seguridad a los árbitros. Cierto, ayuda a corregir algunos errores, pero deja al desnudo la incapacidad de los encargados de la justicia. Desde la implementación del VAR, los jueces asistentes se equivocan mucho más que antes. Levantan la bandera cuando no deben y dejar jugar cuando tienen que anularlo. Y claro, no importa, si total tienen cómo corregir.

Se viene una segunda rueda infernal, con varios equipos obsesionados por campeonar y con solo un par de árbitros que pueden garantizar más o menos un buen partido. A Elizondo le toca el rol de DT, tendrá que cambiar de esquema, reconocer errores, retocar hombres y mejorar a muchos, desde lo técnico hasta lo psicológico.

 

 

 

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